Por
  • Carmen Puyó

‘El mal no existe’: naturaleza frente a glamour

Fotograma de 'El mal no existe'
Fotograma de 'El mal no existe'
Caramel Films

Frente a la complejidad de ‘Drive my car’, simulada según los no devotos, y profunda en la visión de sus más fieles creyentes, el realizador y guionista japonés Ryûsake Himaguchi entra de lleno en su nuevo trabajo en la defensa de la Naturaleza y la vida natural y, sobre todo, se pone del lado de quienes pelean por un mundo más sano y menos volcado en el consumo y la vida acelerada.

‘El mal no existe’ ***
Director y guionista:Ryûsuke Himaguchi.
Fotografía:Yoshio Kitagawa.
Intérpretes:Hitoshi Omika, Ryo Nishikawa, Ryuji Kosaka, Ayaka Shibutani.

Lejos del estilo y las intenciones de su premiada y aclamada ‘Drive my car’, Himaguchi aborda en ‘El mal no existe’ uno de los muchos problemas de hoy. En algún lugar en el que el agua es un bien esencial y enriquecedor, un lugar en el que nadie ha robado todavía su hábitat a los animales libres y donde el ser humano conoce las reglas de la Naturaleza, y las respeta, una empresa poderosa se propone montar una especie de camping de lujo y con mucho glamour -se llamará Glamping- que romperá cualquier elemento de los que proporcionan armonía a ese espacio privilegiado.

Himaguchi propone su historia desde dos estilos narrativos bien diferenciados. De una parte, aquel que se abre a la reflexión, al silencio, en el que se escucha el sonido de la tierra. Y, aquí, el cineasta, se permite el lujo de dar a sus sonidos, su música y hasta sus silencios todo el tiempo que él considera que requieren. Frente a ese exquisito mimo del tiempo pausado, da voz, fuerza y un potente ritmo narrativo al otro elemento fundamental de la película, el de los personajes y, con ellos, otros cuyo papel es el de defender a la empresa que desea instalarse en ese reducto de paz.

Hay en el cine de este realizador japonés una irrefrenable pasión por escenas en las que nada parece suceder y en las que el espectador solo tiene que mirar, escuchar y dejarse envolver por la atmósfera que se recrea. Por ello, películas como ‘El mal no existe’ no están hechas para el disfrute de quien busca argumentos más abiertos, que se resuelven sin echar mano de la imaginación y que no hay que estar interpretando de principio a fin.

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